Como sabemos, el cerebro está dividido en dos hemisferios. Estos dos lados del cerebro no solo están separados anatómicamente, sino que, además, desempeñan funciones muy distintas.
Tu cerebro izquierdo desea y disfruta con el orden. Es lógico, literal, lingüístico (le gustan las palabras) y lineal (coloca las cosas conforme a una secuencia o en orden).
El cerebro derecho, en cambio, es holístico y no verbal, envía y recibe señales que nos permiten comunicarnos, como las expresiones faciales, el contacto visual, el tono de voz, las posturas y los gestos. En lugar de interesarse en los detalles y el orden, nuestro cerebro derecho se ocupa de la impresión general el significado y la sensación de una experiencia y se especializa en las imágenes, las emociones y los recuerdos personales. Las «sensaciones viscerales» y los «sentimientos del corazón» nos vienen del cerebro derecho. Algunos dicen que el cerebro derecho es más intuitivo y emocional. Pero cabe señalar que en rigor es más preciso decir que este lado del cerebro está influido más directamente por el cuerpo y las zonas inferiores del cerebro, que le permiten recibir e interpretar la información emocional.
DOS MITADES HACEN UN TODO: COMBINAR EL IZQUIERDO Y EL DERECHO
Para llevar una vida equilibrada, valiosa y creativa, llena de relaciones personales bien conectadas, es crucial que nuestros dos hemisferios actúen conjuntamente. La arquitectura misma del cerebro está diseñada para ello. Por ejemplo, el cuerpo calloso es un haz de fibras que discurre por el centro del cerebro, conectando el hemisferio derecho y el izquierdo. La comunicación que tiene lugar entre los dos lados de nuestro cerebro se lleva a cabo a través de estas fibras, permitiendo que los dos hemisferios trabajen en equipo.
Emplear únicamente el cerebro derecho o el izquierdo sería como intentar nadar usando un solo brazo. Es posible que podamos hacerlo, pero ¿no nos iría mucho mejor y no evitaríamos nadar en círculos si empleáramos los dos brazos a la vez?
¿Cuál es tu respuesta habitual cuando tus hijos se alteran? La reacción espontánea de algunos padres es responder con el cerebro izquierdo y fijarse solo en los hechos y las soluciones. ¿Te suenan de algo estas frases?
No te preocupes. No hay nada que temer.
No pasa nada si se ha roto. No tienes más que arreglarlo.
No hay ninguna razón para llorar. Perder forma parte del juego.
Los deberes son una obligación tuya. Hazlos. Si te concentras, acabarás antes.
Ofrecer una respuesta basada en la lógica no tiene nada de intrínsecamente malo, solo que rara vez surte efecto cuando un niño está alterado. La lógica del cerebro izquierdo casi nunca es eficaz cuando un niño está en plena rabieta y a merced del cerebro derecho. ¿Crees que eso es lo que les pasa a tus hijos?
Otros padres pueden reaccionar desde el cerebro derecho. Lo bueno de eso es que ofrece una oportunidad para la conexión emocional. Pero el peligro está en que si nosotros respondemos por entero desde una modalidad emocional, corremos el riesgo de sumir al niño en un caos mayor y no somos capaces de darle la clase de respuesta bien sintonizada que necesita para experimentar sus propias emociones de manera segura.
La clave, naturalmente, está en integrar las dos partes del cerebro, permitiéndoles trabajar en equipo. No nos conviene actuar solo desde la perspectiva del cerebro izquierdo lo que conduciría a un desierto emocional, ni solo desde la perspectiva del cerebro derecho, lo que produciría un tsunami emocional. No es bueno que ninguno de los dos cerebros actúe individualmente durante largos períodos de tiempo. Pero cuando las dos partes trabajan juntas, y cuando abordamos a los niños desde la perspectiva del cerebro pleno, podemos satisfacer sus necesidades de manera mucho más completa y reconducirlos hacia el Bienestar Emocional.
REFLEXIONA
Para ayudarte a ver claramente la diferencia entre el procesamiento con el lado derecho y el procesamiento con el lado izquierdo, prueba este breve ejercicio. Dedica un momento a reflexionar acerca de la experiencia del nacimiento de tu hijo, o la primera vez que sostuviste en brazos a tu hijo adoptado, o cualquier otro acontecimiento significativo de tu vida.
Hagámoslo ahora. Cierra los ojos, no te muevas y recuerda ese acontecimiento. Date tiempo para rememorar la experiencia y flota en el recuerdo durante un momento. Luego abre los ojos, y sigamos.
Si has pensado en el acontecimiento de una manera lineal, sin grandes emociones o sensaciones corporales, estabas en la modalidad del cerebro izquierdo. En ese caso, la historia habrá sido algo así:
¿Has recordado el acontecimiento de este modo al cerrar los ojos? Lo más probable es que no. De hecho, muy pocas personas rememoran así los hechos significativos y trascendentes.
Lo más habitual es que la gente evoque las experiencias importantes más bien desde la modalidad del cerebro derecho, en la que diversas imágenes del recuerdo en cuestión surgen de un modo que puede parecer no lineal, casi aleatorio, tal vez incluso acompañadas de sensaciones corporales y emociones que van apareciendo a medida que vamos recordando. ¿Crees que eso se acerca más a tu manera de recordar el acontecimiento?
En muchos sentidos, es como despertar de un sueño: no se sigue un proceso lógico, los hechos no tienen un sentido claro, puede que aún te sientas conmovido, y tal vez experimentes pesar, tristeza, euforia o incluso ira en el cuerpo, casi igual que durante el acontecimiento original. Esta forma de recordar se corresponde más con la manera de procesar los recuerdos del cerebro derecho.
Pero para entender la vida de verdad, no se puede usar únicamente una modalidad u otra. Necesitamos el cerebro derecho tanto como el izquierdo: el izquierdo ofrece palabras y orden; el derecho, textura y un contexto emocional a las experiencias. En otras palabras, tenemos que integrar las dos modalidades de procesamiento lo máximo posible.
Lo mismo es aplicable a tus hijos, sobre todo cuando se alteran y no controlan sus emociones ni su cuerpo.
¿CÓMO TE INDICAN TUS HIJOS QUE ESTÁN PASÁNDOLO MAL?
Ahora dedica un momento a explicar qué ocurre cuando tu hijo experimenta un tsunami emocional. ¿Qué cara pone? ¿Qué hace? ¿Llora? ¿Grita? ¿Tira objetos? Cuando repases la lista de respuestas más habituales que aparece a continuación, haz tu propia lista con las que describen mejor las reacciones de tu hijo no olvides añadir otras si tu hijo pierde los papeles de una manera característicamente suya. Si tienes más de un hijo, puedes hacer listas independientes para cada uno de ellos en hojas aparte y así te será más fácil centrarte en cada niño individualmente.
- Grita
- Llora
- Tira cosas
- Pega
- Arremete, verbalmente (« ¡Te odio!» o « ¡Eres mala!»)
- Se hace daño él mismo, físicamente
- Tiene arrebatos de ira
- Hace daño a otros, físicamente
- Se niega a comunicarse
- Da portazos
- Se ruboriza
- Cierra los puños
- Da patadas en el suelo u objetos.
- Pone los ojos en blanco
- Experimenta una pérdida del lenguaje (gime, gruñe)
Mientras estás pensando en cómo expresa tu hijo sus niveles más elevados de intensidad emocional, anota también cualquier otro detalle que pueda ayudarte a dibujar una imagen completa del niño en esas circunstancias.
Es comprensible que quieras centrarte en poner fin a esa clase de rabietas, así como a otras conductas que puedan parecer irracionales o exageradas. Aun así, al repasar la lista anterior, pregúntate si algunas de las conductas difíciles de tu hijo podrían interpretarse simplemente como señales indicadoras de que ya no es capaz de controlarse: de que su cerebro está «NO-integrado» o de que, en una situación extrema, puede sentirse «DES- integrado» .
Eso son muchas de las conductas que has enumerado antes: mensajes que te envía tu hijo para avisarte que su cerebro no está en un estado de integración y que necesita desarrollar aptitudes de reconstrucción para hacer frente a las situaciones desafiantes.
Referencia: SIEGEL, DANIEL J., Bryson , TINA PAYNE. y , . (2013). El cerebro del niño. (26a ed.). ESPAÑA: ALBA EDITORIAL